Eros en la espuma







Mientras dormía, Emilio soñaba con Ariadne. Era una de esas noches en la pequeña ciudad en donde la luna irradiaba lujuria por tanto calor, y las estrellas parecían poros sudorosos brillantes en la piel negra de sus partes escondidas.

La alarma lo despertó, era sábado. Su rutina de ejercicios apenas empezaba. En su cocina la despensa era surtida con frutas y productos orgánicos, y varias botellas de vino tinto en el mini bar.

En su habitación tenía fotos de ella en cada rincón, su principal parafilia, su obsesión. También rincones cómodos como para complacer los comportamientos hormonales de una cita improvisada o planificada.
Además de decoraciones musicales de los mejores álbumes de Cerati antes de separarse de su banda, y cómo no su colección de libros.

Una voz dulce y amenazante de pronto se coló en su espalda.

-Soy tuya, sin reparos ni contemplaciones. Soy tuya con noventa por ciento de sumisión ante ti, mi león. El restante diez déjamelo para embarrarme en tu sudor, en tus jugos.

Emilio sintió ese cosquilleo indescriptible que rápidamente provocó que su piel se erizara y su vellosidad se estremeciera y le provocara ese micro infarto como síntoma de la emoción inesperada.

Sin voltear, él tomó sus manos y las apretó junto con las de Ariadne, sin voltear él le suspiró y rió levemente al disimulo.

-Te soñé y rogaba que esto pasara. Te deseo y quiero someterte con el mejor deleite, y que nuestros cuerpos sean fósiles encarnados al desnudo. Dijo Emilio.

Las caricias con las yemas de los dedos de la seductora mujer pronto se convirtieron en rasguños aparentemente inocentes, sus besos casi salpicaban sangre, y sus lenguas eran dos serpientes de la mitología griega luchando entre sí , y al mismo tiempo invocaban a Eros y Afrodita en su encuentro líbido y pasionario.

Ariadne vestía un teddy tan negro como su conciencia, era una de esas prendas sensuales que buscan excitar a un caballero a como de lugar. En este caso sí cumpliría con su cometido. 

Ese mismo instante Emilio improvisó en su consola una lírica suave, algo como jazz, lounge, funk, chill out, tango... en fin, una mezcla infinita que acompañe y se compacte con los rugidos  de su leona, de su presa, de su sumisa, de su celestina, de su lolita...

Total desnudez mañanera, totalidad de pureza en sus deseos, total enlace entre sus dedos. Besos en todo el cuerpo y en toda el alma. Emilio sabía cómo tocarla y eso a ella la retorcía de placer mientras pedía más.

El sillón rojo de la esquina de su habitación sirvió para que Ariadne reposara sus muslos grandes sobre el regazo de su bestia, Emilio. Sin penetración pero con el simple roce de sus órganos hacían que la parte pélvica de ambos se encoja y destilen unas cuantas gotas de su pasión viscosa transparente...

Del armario el hombre sacó una de sus corbatas y vendó los ojos de la mujer. Ella, desnuda hasta el cuello uterino, esperó los juegos de seducción de Emilio. Su risa aguda a ratos se cruzaba con un gemido tan sensual mientras sus dedos hacían el trabajo. 

Fricciones en ese triángulo mortal lleno de rizos ásperos, deliciosos lirios de la femenidad, eran la entrada del banquete mientras Emilio le susurraba al oído "eres totalmente mía, desde el pelo hasta ese puntito miniatura que hace que me nombres", y Ariadne se retorcía y gemía, e imploraba a gritos "¡dame más, dame más Emilio!"...

En el colchón de blancas sábanas Ariadne estaba boca abajo y con la mirada cubierta todavía. Su sudor era una especie de néctar salado y perfumado que se fusionaba con el sudor de su verdugo. 

Emilio entonces iniciaba un ritual maldito de deseo que daba como resultado la sensación de hormigueo en el cuerpo de Ariadne mientras besaba sus tobillos, luego escaló con sus labios por ambas piernas blancas hasta sus muslos voluptuosos y bellos, en ese lugar dejó una pequeña mordida como señal de su pertenencia, después sus caderas fueron besadas con tal sutileza que Ariadne sonrió e hizo que su respiración tome formas entrecortadas, al llegar a la cintura, Emilio dejó resbalar su lengua y frotó esa curva deliciosa en donde el hombre se apoya cuando la levanta en brazos, los homóplatos de su espalda perfecta, en comparación literal sirvieron de platos para apoyar su pecho y besar seguidamente el cuello, esa es la parte en donde la mujer levanta su cabeza y se doblega en total penitencia y súplica de penetración. Y así fue.

Una vez desvendados sus párpados Ariadne pudo notar el rostro de su amante con los ojos semi cerrados en señal de climax profundo y eso la excitaba más. Boca abajo ella juagaba con movimientos delicados para sentir el grosor de su golosina y la inhalación/exhalación de Emilio.

-Estás muy rica. Me matas con tu movimiento. Lo amo.  Exclamó Emilio.
-Soy tuya, sólo tuya. Hazme lo que quieras.  Respondió la mujer. 

El soundtrack de la música ambiental ahora estaba invadido por la melodía de un solo de saxofón. Volvió la calma. Ambos se recostaron en una pausa momentánea mientras las sábanas decoraban el frío del suelo.

-¿Cuándo nos volveremos a ver?. Preguntó él. 
-Toda la vida, mientras duren nuestros años felices, mientras los sistemas no nos aborden, y mientras los constructos sean barreras de espuma. Suspiró ella.

Fue una respuesta que aprobaron juntos y después se abrazaron, y se miraron, y se olieron, y rieron, y otra se besaron apasionadamente...













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