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Mostrando las entradas de enero, 2018

Perro de vida

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Perro ecuatoriano que se respeta lleva por nombre Peluchín.  En reiteradas ocasiones al caminar por la acera de mi barrio con dirección a la tienda de abarrotes siempre me asalta al descuido el Peluchín.   Me ladra y me muestra sus colmillos deformes en señal de que estoy pisando tierra ajena. Me gruñe y se queda inmóvil mirándome de ladito, amenazándome de reojo como queriendo decir que si doy un paso más me morderá los tobillos. “¡Peluchín adentro! ¡Peluchín, carajo! ¡Peluchín así no!” Son las inquietantes súplicas que mis vecinas alardean cuando el Peluchín persigue a los autos que van a toda madre, o a las motos con el tubo de escape descompuesto que hace que el rechinar del motor despierte a los desocupados de una tarde de fin de semana, o a quienes caminamos libremente a comprar alguna chuchería en el bazar de doña Juana. Por supuesto, yo tenía un perro llamado Peluchín. Nombre tan popular entre los perros que sirve de competencia para los Luises, Marías,