Ese loco de los sueños locos
Estaba sentado en su cómodo sillón de
cuero de los años sesenta, mirando a la ventana recordaba la vida feliz
extinguida. “Los sueños son lo único que me queda”, susurró con un suspiro leve.
Al fondo una voz como de militar lo llamó: “¡Ezequiel, ya vienen mis padres!”,
era su esposa.
Al rato entraron los dos octogenarios, se sentaron en la sala y
mientras se acomodaban miraron las fotografías de la pared y al disimulado unísono
también cuchicheaban.
Una muralla de unos tres metros de
alto con laca recubierta de arriba a abajo estaba copada por decenas de
fotografías de playas, ríos, montañas, granjas, animales, comida, recortes de periódicos
con reportajes turísticos, mujeres, hombres, niños, risas, parejas besándose…
Habían pasado cinco años desde la
última visita y la pared estaba vacía en aquella ocasión.
Ezequiel salía del baño, estaba
fumando un cigarro a escondidas y pensando en todo y en nada. Era su escondite favorito.
Saludó a los visitantes con rara alegría y se sentaron en la mesa en donde ya
estaba servido el café cargado con pan tostado y queso derretido.
Todos reían, menos uno. Intercambiaron
comentarios y opiniones, hablaron de política, de economía, del fútbol, del
trabajo, del futuro, del presente, de la vida y de la muerte...
Se escuchó una palmada estruendosa
delante del rostro de Ezequiel. “¡Hey hijo despierta que
esto no es un velorio!”, dijo Mario, el suegro.
Con ese silencio incómodo fue más que evidente la mirada
perdida del dueño de casa. Estaba soñando otra vez.
La despedida fue breve, los visitantes habían llegado desde la capital y estaban muy cansados, el hotel donde reservaron quedaba a pocas cuadras cerca de allí. “Es para no molestar”, dijo dulcemente Claudia,
la suegra.
Ezequiel buscó pegamento y adherió
una foto de la cena en un costado de su pared. “Es para que no se mezclen con
mis sueños”, comentó mientras soplaba el engrudo blanco.
Ninguna de las imágenes era de alguna
aventura suya. Los bloques anaranjados sostenían recortes e impresiones que
Ezequiel había recopilado en internet. Además entre tanto papel ya tenía su
itinerario preparado, más o menos como una estrategia de guerra ultrasecreta;
así como también tenía bajo llave su
cuarto de estudio con los implementos necesarios para un viaje no planeado.
Casi media noche, ella mirando la
novela mexicana, él leyendo a Eduardo Galeano, o mejor dicho, sólo mirando las
hojas del libro.
Su mente estaba tan ocupada y
concentrada pensando en la ejecución de su plan. Antes de hacerlo intentó hablar con su esposa pero
era inútil. Las cartas estaban echadas. La relación se volvió monótona desde
que eran novios, mayor era la costumbre que el amor y ambos frecuentaban a
otras personas. Era un secreto a voces en su círculo personal y social.
Cuatro de la mañana. Ya es jueves.
Ezequiel toma sus cosas del cuarto de estudio con una suavidad impecable, las llaves de su clásico escarabajo
azul del setenta y cuatro, un ligero abrigo, unas gafas para el sol, y se
marcha.
Como era de esperarse, ha dejado una
nota en su almohada:
Isabella.
Desde un inicio debí empaparme de verdad,
debí amarme a mí primero y
después a ti.
Debí respetarme y darme mi lugar.
Creo que fui ruin y desdichado
contigo,
con el mundo.
Voy en busca de mis sueños y mis desahogos.
Publicaré historias de mis
historias y amaré de nuevo,
no sé si me amen como tú, pero al final es mejor no
estar solo,
aunque sea sólo por caprichos de joder lo que no jodí cuando pude.
Lo hago ahora antes de que la vejez me postre.
Somos distintos, tienes los pies
bien puestos en la tierra y eso es bueno,
sin embargo, yo soy el loco cobarde
que no los tiene.
No te merezco.
Ezequiel.
.
Que te fácil tomar mis 4 guaypes y partir. Caminar con mi ovejero alemán y salir a conocer, cantar, reír y amar sin seguridad del porvenir como todos los días solo caminar y cubrir con la oración el descansar. Simplemente soñar con la realidad del poder mirar otra vez lo que siente mi corazón las montañas azules los nevados de colores los ríos de sabores lo haré contigo o si ti pero ahí estaré caminando antes q la vejez postre mis pies. Inspirador muchas gracias
ResponderBorrarQué gusto Álvaro. Sigue adelante. Un abrazo!
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