Cuando la tierra llama



Foto: A.Cienfuegos


A veces el tiempo nos ata en momentos críticos. Por mencionar un ejemplo al azar puede ser cuando emprendes un viaje a otra ciudad por motivos personales, placer, negocios, estudios, turismo o trabajo...

Programas el despertador para una hora determinada muy temprano al iniciar el día y el aparato suena justo cuando estás en pleno sueño agradable y en el Paraíso, hago una aclaración a usted, querido lector, que no es la marca del colchón, si se pregunta porqué con mayúscula.

Bueno el punto es que en cada viaje el tiempo juega un papel importante porque la aglomeración de gente que planifica una distracción sana en feriados es bestial. Como estudiante, frecuentemente hago estos planes para visitar a mi familia mientras me ausento por la Universidad de la vida, mejor dicho esa Universidad en donde obtienes un documento para la vida...   

Esperando el bus interprovincial en el paso lateral de Ambato, para quienes viajamos en bus claro está, personajes de todo tipo asaltan mi mirada, especialmente los señores controladores u oficiales de las diferentes cooperativas quienes gritan a todo pulmón los nombres de las ciudades o pequeños poblados a donde se dirigen, y dicho sea de paso a veces logran rimar sus ofertas:

'Pelileo, 
Patate, 
Salasaca... 
Manuel desbloqueo.'

Al poco rato se abre la compuerta de un costado de la San Francisco que para mi buena suerte sí va a la Ciudad Canela, mi ciudad; mientras tanto un joven ajetreado con su uniforme de camisa y corbata celeste me señala con su dedo manchado de grasa y me pregunta que a dónde voy. Al Puyo le respondo.

Vendedores informales se toman el pasillo de la pesada unidad de principio a fin. Las comidas rápidas y no tan rápidas hacen de las suyas y quienes no desayunamos estamos con suerte. Adicional a eso los aderezos están a disposición para adobar nuestro manjar; las salsas y el ají en botellas plásticas de refrescos completan la faena de los chochos con cuero, motes, fritadas, empanadas de verde, secos; allullas, cake de banano, abridores, duraznos, mango verde con sal...
También los periódicos matutinos y los libritos de poemas y eróticos son ofertados. 

Al fondo se escucha el lloriqueo caprichoso de un niño de dos años; otro pasajero grita 'ya vamos, dele chofer', y acompañan al reclamo un par de golpes en las latas debajo de las ventanas del automotor.  Dos minutos después se siente el arranque de la primera marcha del bus.

Delante de la puerta de la cabina, junto a los asientos 1 y 2, un hombre con pinta de ejecutivo y con gel abundante en el cabello con peinado meticuloso espera el momento oportuno para su disertación, mientras tanto afina su garganta y habla entre dientes, parece que está rezando. Empieza.

- Bueno señoras y señores, antes de nada quiero agradecerle al señor chofer de esta elegante unidad por permitirme subir para darles a conocer mi producto, -manosea su mochila colgada en un solo hombro y saca una envoltura que hace sonar con la intención de capturar miradas, y continúa.- Les pido disculpas por interrumpirles en su importante conversación con el amigo, amiga, esposa, o amante. Sólo les pido que me regalen cinco minutos de su tiempo. Les vengo a ofrecer este riquísimo producto llamado Sabrosito. Mire querido usuario, en la etiqueta contiene la información nutricional que le hará bien al mimado, al consentido que lo espera en casa. La promoción de hoy es de dos unidades por un dólar. Hoy en día un dólar se le puede caer al subir o bajar de este medio de transporte, además no le enriquece ni le empobrece...-

Mientras explicaba su memorista discurso ya había repartido el postre a los más de cuarenta pasajeros sentados.   

Tan rápido ha pasado la media hora de recorrido y nos encontramos en el pueblo quichua de los Salasacas. El horizonte irregular de los Andes es reflejado por el sol asfixiante de la mañana, ese sol puro que provoca pensar en la playa, en un clima caliente, ni más ni menos.

Con un acrobacia bárbara logra colarse con el bus en movimiento el señor de las habas y demás bocaditos fritos; en su antebrazo lleva un alambre circular que sostiene a las más de treinta funditas de cincuenta centavos, las mismas que están ordenas fielmente por olores, colores, y sabores. En su conjunto ofrece habas, maní confitado, y chifles dulces; y en su hombro lleva aguas, colas y limonadas...

Foto: A.Cienfuegos




























Trato de dormirme mientras continúo mirando las montañas de mi cordillera, pareciera que les hacen cosquillas a las nubes. En un riachuelo las vacas, ovejas, y perros beben la helada agua. Al fondo el pastor y su afeitadora en el borde de un corral.

Estando casi dormido, casi filosofando, casi enamorado de los contrastes del paisaje se interrumpe el momento porque algo distorsionado escucho en el parlante que está encima de mi cabeza. Es bachata. Enseguida y como un pistolero busco una de mis armas de guerra en mi bolsillo, son mis audífonos junto a mi teléfono que contiene pistas de los maestros Jorge Drexler y Gustavo Cerati.

Al poco rato me he dormido sin darme cuenta de la saliva que resbala por la comisura de mi boca. Las ventanas abiertas dan la señal de que estamos muy cerca. La calidez del clima me recibe y me abraza en esta Vuelta por el Universo.

























     

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