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Gota que agota. Conversación interior.

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Joaquín buscó un lugar calmado, un poco espectral, con música baja, instrumentos de cuerda, de viento, y con contenido protesta.  Luego de haberlo encontrado se quedó perplejo y atónito en un punto fijo de su escritorio; una vez sentado resumió su día y trató de imaginarlo: hizo gestos de asco, se frunció de asombro, bostezó de aburrimiento, levantó la ceja por algún tipo de alivio... Su trono era una silla plástica con gastadas esponjas, en donde atinaba sus predicciones y descansaba de sus críticas buenas y malas, en donde visionaba sobre el mañana con mucha concentración, distracción, o simplemente preocupaciones inspiradoras. Recordó enseguida aquel viaje soñado que quisiera comenzar y contar historias de ese mismo viaje, y capturar fotos únicas de ese viaje, de gente bonita, de sabrosa comida, de paisajes surrealistas. De pronto imagina que con esas historias puede empezar a escribir un libro que guardará las memorias de esa gente bonita que no le debe

Cuando la tierra llama

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Foto: A.Cienfuegos A veces el tiempo nos ata en momentos críticos. Por mencionar un ejemplo al azar puede ser cuando emprendes un viaje a otra ciudad por motivos personales, placer, negocios, estudios, turismo o trabajo... Programas el despertador para una hora determinada muy temprano al iniciar el día y el aparato suena justo cuando estás en pleno sueño agradable y en el Paraíso, hago una aclaración a usted, querido lector, que no es la marca del colchón, si se pregunta porqué con mayúscula. Bueno el punto es que en cada viaje el tiempo juega un papel importante porque la aglomeración de gente que planifica una distracción sana en feriados es bestial. Como estudiante, frecuentemente hago estos planes para visitar a mi familia mientras me ausento por la Universidad de la vida, mejor dicho esa Universidad en donde obtienes un documento para la vida...    Esperando el bus interprovincial en el paso lateral de Ambato, para quienes viajamos en bus claro está, per

En silencio, casi invisible.

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Doce horas y ocho minutos del jueves no te ahueves de febrero, es obvio el intenso claro de sol que se interpone sobre la línea ecuatorial en ese momento. La vereda luce abarrotada de estudiantes universitarios que caminan como zombies sin saber qué hacer. Es evidente la deshidratación del mudo con tan piadosa penitencia. El mudo cuadrúpedo todavía no encuentra la manera de poder cruzar a la acera en donde se ubican los negocios de comida rápida, por tal razón el mudo se entretiene mirando fijamente y sin pestañear cómo se embute con una hamburguesa uno de los comensales, por ejemplo, el gordito virginal con cuatro pelos en la barbilla y lentes grandes con marco grueso, algo parecido a un chico hipster sabelotodo de esos programas de televisión gringa... El pito de un auto estremece al mudo en su primer intento mientras camina cauteloso de un lado a otro con la lengua afuera y la cola caída. Un Suzuki Forza 2 del 91 tuneado que conduce el niño rico de papi y mami