Aún hay esperanzas
Con esta experiencia, pongo en análisis las veces que nos ilusionamos con
buenas nuevas, con noticias o proyectos que estamos pendientes de su logro pero
que no se cumplen o no se concretan por cualquier tipo de circunstancia y que a
la final nos resignamos a su fracaso o simplemente nos volvemos conformistas o
ilusos con una vaga esperanza.
Estas últimas semanas nos hemos actualizado de todo lo que acontece en el
entorno cercano, aunque no lo necesitemos, por el impacto mediático que generan
las redes sociales, y es tanta la información que recibimos sin querer que
hasta cierto punto nos estamos intoxicando, como nos intoxicamos también con los
sainetes políticos de los que ya pagamos ticket para verlo en primera fila
desde una butaca cómoda.
Que la expectativa del nuevo Gobierno, que los desacuerdos en la Asamblea, que los de la
bancada oficialista, que los del otro extremo, que los independientes, que los
no tan independientes, que los de buen puñete, que los babys, que los
bailarines, que los traicioneros, que los revolucionarios, que los
tradicionalistas, que no hay medicinas en los hospitales, que no hay vacunas contra el Covid, que el personal de salud está saturado, que los futbolistas que nos matan de iras, que porqué no le
metieron al ‘Kitu’ desde el inicio del partido contra Perú, en fin... , es
tanta la buena o mala información que llega que simplemente nos conformamos con
mirar el celu, gestualizar levemente y arrancar una mueca para que el ‘ello’ de
nuestra conciencia diga “¡uhm! Ya ni modo”.
Cuando entablamos charla con la gente de vive del día a día entendemos que
no basta con ser conformistas de la realidad nacional que vivimos, que de una
posición política directa o indirecta no depende nuestro éxito, y que las ganas
con que nos focalizamos en nuestro quehacer diario se proyecta nuestra visión a
futuro. Tenemos talento para el éxito, solo hay que darnos ese apoyo nosotros
mismos.
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