Aún hay esperanzas


 
 
Ayer me escribió mi ex,  y como todo buen ecuatoriano, fui amable y escuché su posición con respecto al futuro de la relación. Hice un análisis de los pros y contras y cuando estábamos cerca de acordar una cita programada ella se excusó a través de WhatsApp diciendo que se le presentó un inconveniente de fuerza mayor y que ya no será posible, quién sabe hasta cuándo. Mientras sentado meditaba en el balcón, hice una mueca de asombro con los labios juntados dando a notar un “¡uhm! Ya ni modo”.
 
Con esta experiencia, pongo en análisis las veces que nos ilusionamos con buenas nuevas, con noticias o proyectos que estamos pendientes de su logro pero que no se cumplen o no se concretan por cualquier tipo de circunstancia y que a la final nos resignamos a su fracaso o simplemente nos volvemos conformistas o ilusos con una vaga esperanza.
 
Estas últimas semanas nos hemos actualizado de todo lo que acontece en el entorno cercano, aunque no lo necesitemos, por el impacto mediático que generan las redes sociales, y es tanta la información que recibimos sin querer que hasta cierto punto nos estamos intoxicando, como nos intoxicamos también con los sainetes políticos de los que ya pagamos ticket para verlo en primera fila desde una butaca cómoda.
 
Que la expectativa del nuevo Gobierno,  que los desacuerdos en la Asamblea, que los de la bancada oficialista, que los del otro extremo, que los independientes, que los no tan independientes, que los de buen puñete, que los babys, que los bailarines, que los traicioneros, que los revolucionarios, que los tradicionalistas, que no hay medicinas en los hospitales, que no hay vacunas contra el Covid, que el personal de salud está saturado, que los futbolistas que nos matan de iras, que porqué no le metieron al ‘Kitu’ desde el inicio del partido contra Perú, en fin... , es tanta la buena o mala información que llega que simplemente nos conformamos con mirar el celu, gestualizar levemente y arrancar una mueca para que el ‘ello’ de nuestra conciencia diga “¡uhm! Ya ni modo”.
 



 
Cuando entablamos charla con la gente de vive del día a día entendemos que no basta con ser conformistas de la realidad nacional que vivimos, que de una posición política directa o indirecta no depende nuestro éxito, y que las ganas con que nos focalizamos en nuestro quehacer diario se proyecta nuestra visión a futuro. Tenemos talento para el éxito, solo hay que darnos ese apoyo nosotros mismos.

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